La Editora Nacional de Cuba: fundación y desarrollo.
Autor: Pedro Ramón Pérez Bretos.
La introducción de la imprenta en Cuba data de las primeras décadas del siglo XVIII, pero no puede hablarse casas editoriales hasta después de 1959. La ausencia de un Estado nacional independiente, impidió en Cuba el desarrollo de un movimiento editorial doméstico, a diferencia de lo sucedido en otras latitudes.
Ante todo, es necesario aclarar que la editorial NO es una imprenta de libros. En la Editorial se crea el libro a partir del manuscrito del autor (Alzado, corrección gramática y ortográfica, corrección de estilo), adecuación a las normas de la casa, diseño de interior (tripa) y de cubierta, elaboración del arte final (ponerlo en la forma que requiere la imprenta para poderlo fabricar). La Editorial (antes llamada Editora) es una institución cultural, ella «CREA» libros. El Editor (figura principal, máximo responsable de ese proceso creativo) tiene que ser tan intelectual como el autor del libro.
La imprenta «FABRICA» libros. Con la era digital esto quedó claro, el libro puede imprimirse o quedar online (el «arte final» es diferente), pero es el mismo libro. La impresión del Libro es un sistema de actores y procesos organizados a lo largo de una cadena de valor y capaces de garantizar la producción en cantidades suficientes para satisfacer demandas de miles de ejemplares. Es un proceso industrial.
La necesidad de impulsar el sistema editorial cubano:
El triunfo de enero de 1959 trajo para Cuba un movimiento artístico y literario sin presedentes. La voluntad de llevar el saber al seno del pueblo, como un instrumento de liberación de los ciudadanos, se puso de manifiesto desde el primer momento, («… nosotros no le decimos al pueblo:¡cree! Le decimos: ¡lee! …» Fidel Castro Ruz, comandante en jefe de la Revolución cubana).
En marzo de 1959 se crea la Imprenta Nacional, como expresión concreta de ese empeño encabezado por el líder Fidel Castro. Entre 1959 y 1962 se produce en Cuba una verdadera explosión en la demanda de libros de todo tipo, sobre todo después de la campaña de alfabetización de 1961. El proceso editorial se agiganta con miles de nuevos títulos y la Imprenta Nacional genera millones de ejemplares.
Sin embargo, el bloqueo económico decretado por el gobierno de los Estados Unidos de América, comienza a hacer mella en la industria poligráfica cubana, necesitada de insumos de todo tipo que hasta ese momento se compraban en el vecino del norte. Empezaron a escasear piezas, productos químicos, papel de alta calidad y materias primas para elaborarlo.
El principal problema era la escasez de papel. Fue necesario encontrar las materias primas para mantener la producción nacional. Y la solución fue altamente original: los desechos (hoy lo llamaríamos reciclaje). Por un lado se desarrolló el papel «semibond cubano», elaborado con desechos de diarios y revistas de producción nacional. Y por el otro, se desarrollo un proceso que aprovechaba el residuo de la industria azucarera, principal renglón económico del país.
El Comandante Ernesto Che Guevara, a la sazón ministro de Industrias, llegó hasta la papelera -a medio terminar- aledaña al central Constancia (que había sido nacionalizado por el Gobierno Revolucionario), en el municipio de Abreus, en la antigua provincia de Las Villas (actual Cienfuegos). Allí creó un grupo de trabajo con la responsabilidad de valorar el estado de la instalación y ejecutar su culminación y puesta en marcha, para utilizar el bagazo de caña hasta entonces desechado en el proceso de fabricación del azúcar, como materia prima para la producción de papel y cartón.
En octubre de 1962, en cumplimiento de la tarea asignada por el Che -y gracias al ingenio criollo- se inaugura la papelera “Damují”. Al acto de apertura asistió el Guerrillero Heroico en persona.
Fotos de la Papelera Damují.
A partir de 1962, los autores cubanos comienzan a publicar sus obras a través de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), del Ministerio de Educación y del Consejo Nacional de Cultura o a través de las provincias con la editorial de la Universidad Central de las Villas. Se fue paulatinamente muriendo la producción editorial privada.
Rolando Rodríguez, fundador del Instituto del Libro, en entrevista concedida a Pamela María Smorkaloff, nos explica el porqué:
“Ya el autor comienza a percibir derechos, y tenía varias opciones dentro de las colecciones culturales, editoriales, del Estado.”
Fundación de la Editora Nacional:
Con el auge del libro, se hace evidente la necesidad de separar las diferentes facetas del proceso para su mayor desarrollo y mejor organización. En este sentido se toma la decisión de separar el proceso editorial del resto de las actividades vinculadas al libro. Así surge la Editorial Nacional de Cuba el 8 de mayo de 1962, como organismo autónomo dirigido por el Consejo de Ministros de la República de Cuba. Sus principales funciones eran la edición de libros, folletos y revistas; las reproducciones impresas de obras de arte, y la participación en el trazado de la política de exportación e importación de libros y demás publicaciones e impresos.
Objetivos de la Editorial Nacional.
A mediados de 1959 había regresado a Cuba -proveniente de Caracas- Alejo Carpentier, y fue designado Administrador General de la Editorial de Libros Populares de Cuba, lo cual le permitió organizar varios festivales del libro cubano. Al año siguiente asumió la Subdirección de Cultura y en 1961 participó en el Primer Congreso de Escritores y Artistas Cubanos, del cual emergió como vicepresidente de la UNEAC. Al crearse la Editorial Nacional de Cuba, en 1962, pasa a ser su Director Ejecutivo, cargo que desempeñó hasta 1966.
En 1964 apareció un boletín mensual de la Editorial Nacional de Cuba, con el nombre de «Edita«, que fue, a no dudarlo, una iniciativa del autor de El siglo de las luces, quien acumulaba experiencia como editor de revistas. Ahora volvía a un empeño en cierto modo semejante y en el primer número del boletín, él mismo se encargó de expresar la importancia de la publicación que nacía:
“Esta actividad editorial es tan vasta que requiere una información constante destinada al público lector, al pueblo de Cuba. Cada cual, de acuerdo con sus aficiones o la orientación de sus estudios encontrará en él una indicación útil acerca de las novedades que, por iniciativa de los consejos editores del gobierno revolucionario, vayan apareciendo. Nuestra madurez editora reclama una publicación de esta índole. Debemos añadir que, además de la reseña de publicaciones nacionales, aparecerán, en las columnas de este boletín, los títulos disponibles por concepto de importación.”
Era necesario orientar al público sobre las propuestas de la Editorial Nacional de Cuba. Los lectores cubanos, poco entrenados en el oficio de leer, se enfrentaban a títulos y autores desconocidos, pero de primera calidad, provenientes de las más variadas literaturas hispánicas y no hispánicas. Así, publicar obras, en tiradas masivas, de autores que cubrían un arco que podía comenzar con Shakespeare y Cervantes y, a la vez, abrir la lectura, por ejemplo, a El rojo y el negro de Stendhal, o a El viejo y el mar, de Hemingway, sin olvidar la edición de los primeros tomos de las Obras Completas de José Martí, tarea culminada tras la creación del Instituto del Libro, era una labor que requería, previamente, una orientación, y esa fue la labor que emprendió Edita, publicación sobre la que habría que sacar buenas experiencias para el lector de hoy.
Distribución de las tareas:
La creación del libro fue la tarea encomendada a la Editorial Nacional, aunque las editoriales Unión, de la UNEAC, y la Casa de las Américas elaboraban sus propios planes de publicaciones, independientes de la Editorial Nacional.
La poligrafía (fabricación del libro) pasó al Ministerio de Industrias, su comercialización en el país fue a las librerías que se subordinaron a una entidad del Ministerio de Comercio Interior y el comercio exterior del libro pasó una empresa del ministerio de igual nombre.
Logros de la Editorial:
Con la separación de las diferentes partes, se logró la especialización en cada uno de los procesos industriales del libro. Las novelas tienen ahora tiradas más armónicas, de 15 000 a 20 000 ejemplares; se comienza a trabajar en el formato del libro cubano, con prólogos firmados por autores conocidos, tablas de contenidos e índices; los artistas gráficos y pintores se incorporan a la creación y el diseño de las cubiertas. La diversidad de ediciones, así como la adquisición de algunos equipos nuevos provenientes de la República Democrática Alemana, adquiridos, sobre todo, para complementar la maquinaria existente, los procesos de impresión y acabado de libros, hacen posible que se tomen más en cuenta los aspectos de la edición, el formato y el diseño.
Creación de Ediciones Revolucionarias:
En otro segmento de su entrevista con Pamela Smorkaloff, Rolando Rodríguez nos cuenta que el ingreso de cada vez más alumnos en el sistema educacional cubano, en la enseñanza media se originó una explosión de matrícula en 1965. El Ministerio de Educación (MINED) decidió adoptar los textos de una editorial española. Los manuales del caso eran de origen estadounidense y la editorial de la península los reproducía en nuestra lengua. Pero la editorial española imprimía unos 2 000 o 3 000 ejemplares en total, pero y Cuba demandaba de esos mismos 20 000 o 30 000. El editor se negó a conceder a Cuba los derechos den edición aduciendo que por ser originalmente los textos de una de una editorial estadounidense podrían retirarle la licencia a la edició española
Dice Rolando Rodríguez:
“A la situación se sumaba, en la entonces Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana, un torneo de demandas, donde los estudiantes se quejaban a Fidel —visita nocturna frecuente del lugar— de que carecían de este o el otro texto. El 7 de diciembre de 1965, en el departamento de Filosofía, del que era director, Fidel me encomendó crear Ediciones Revolucionarias. Dijo aquella noche «No solo nos quieren matar de hambre con el bloqueo, también de ignorancia». A mediados de 1966 me ordenó crear el Instituto del Libro.”
El 27 de abril de 1967 se aprueba la ley que creaba el Instituto del libro, y Rolando Rodríguez es nombrado su Director General.
Bibliografía:
Industria editorial cubana: evolución y desarrollo. Jackeline La Guardia Martínez. University of the West Indies. St. Agustine. Tobago.
SMORKALOFF, PAMELA MARÍA. 1987. Literatura y edición de libros. La cultura literaria y el proceso social en Cuba, 1900-1987, p. 372, La Habana, Ed. Letras Cubanas.
Diario Granma. La Habana, 7 de junio de 2023. La papelera Damují. Con el espíritu fundador del Che.
Rolando Rodríguez. La Imprenta Nacional, la Editorial Nacional y el Instituto del Libro San Cristóbal de La Habana 17/12/2020
Cira García Romero. Curioso boletín de La Editorial Nacional de Cuba. Tomado de Internet 26 de febrero de 2024.
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