“Ediciones Revolucionarias” para burlar el bloqueo impuesto por Estados Unidos de América a la educación del pueblo de Cuba.

Autor: Pedro Ramón Pérez Bretos.

La educación, prioridad de la política del Gobierno Revolucionario.

Entre las primeras prioridades de Fidel Castro, Líder de la Revolución Cubana, estuvo desde el principio, elevar el nivel educacional del pueblo de Cuba, como base fundamental para su desarrollo y progreso.

Por eso después de fundar la Imprenta Nacional de Cuba y organizar la Campaña de Alfabetización, encargó al MINED (Ministerio de Educación) crear los Cursos de Seguimiento para elevar la preparación de los recién alfabetizados a un nivel equivalente a un 6° grado de enseñanza primaria, en dos años de estudio, crear escuelas primarias en todo el territorio del país y organizar las brigadas de maestros voluntarios, con los estudiantes graduados de pre-universitario.

Fundó en 1962 la Editora Nacional de Cuba sustituye a la Imprenta Nacional como cabeza rectora del sistema editorial cubano para garantizar la edición de los textos escolares y la literatura necesaria para elevar el nivel intelectual del pueblo

El resultado de ese trabajo.

Tres años después, en 1965 ingresaban cada vez más alumnos en el sistema educacional cubano y en especial en la enseñanza media.  Se originó una explosión de matrícula, que gracias a los planes de becas, comenzó a irrumpir en las universidades y todo esto demandaba libros.

El bloqueo norteamericano a la educación cubana.

Como nos relata Rolando Rodríguez en su “Génesis y desarrollo del Instituto Cubano del Libro (1965-1980): Memoria y reflexión” (pags. 16-19):

En la enseñanza media tecnológica se necesitaban textos de carpintería, mecánica, soldadura, y otros. En las universidades textos de humanidades y de ciencias puras y aplicadas. La revolución educacional del país tomó tal vuelo que el sistema educacional se vio desbordado, porque no era capaz de preparar la totalidad de los libros de texto para el conjunto de las asignaturas de la enseñanza técnica y profesional, por lo que el MINED se vio forzado a buscarlos en el exterior y se decidió adoptar los de una editorial española.

Los libros y manuales eran de origen estadounidense y la editorial de la península reproducía en nuestra lengua unos 2 000 ó 3 000 ejemplares en total, necesarios para su consumo, pero Cuba demandaba de esos mismos, 20 000 ó 30 000. No resultaba lógico comprarlos y lo habitual en estos casos, era pedirle a la casa editora la cesión de la licencia, mediante una suma, para poder reimprimirlos en la isla.

Pero cuando el MINED se dirigió al editor para solicitar los derechos, este respondió con una negativa desconcertante. Expresó su temor de que, por ser esos libros originariamente de una editorial estadounidense, si realizaban un acuerdo con nuestro país podrían terminar sancionados por la editora norteamericana, retirándole la licencia a la edición española.

A esta situación de la enseñanza, se le sumó otra. En aquel tiempo, la Plaza Cadenas de la Universidad de la Habana era el escenario de un torneo de demandas, en que los estudiantes se quejaban al comandante Fidel Castro -visita nocturna frecuente del lugar- de que carecían de los textos necesarios: Fidel se volvía a su ayudante, el comandante René Vallejo, para que tomara nota y se importaran esas obras. Pero realmente, esa determinación tenía sus límites, porque la escala de la demanda era mucho mayor de lo que admitían las posibilidades de divisas del país. Se reunían por tanto dos situaciones que parecían insolubles.

Cómo se burló el bloqueo:

En la entrevista que la Dra. Natasha Gómez Velázquez, profesora de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana le realizó en el 2016 a Rolando Rodríguez, éste le expresó que el 7 de diciembre de 1965 lo habían llamado a su casa sobre las 8 de la noche para que fuera al Departamento de Filosofía.

Al inicio de 1965, Rodríguez había sido nombrado director del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y Fidel había ordenado al departamento que él dirigía, comenzar el estudio de algunos temas que estaban a la orden del día, con motivo de la próxima celebración en La Habana de la Conferencia Tricontinental, en que podrían iniciarse debates sobre la situación internacional y las luchas revolucionarias.

De inmediato él supuso que se trataba de Fidel y que hablarían de la próxima Tricontinental, pero el Comandante en Jefe de la Revolución le extendió un libro para que lo viera, “Primavera silenciosa” de Rachel Carson y le preguntó dónde estaba editado, Rolando revisó el libro y le respondió: «en Barcelona».

Pidió entonces Fidel otro ejemplar y le formuló la misma pregunta. La respuesta fue la misma: «Barcelona».

En su libro “Memorias y reflexiones…” citado inicialmente, Rolando expone con más claridad la acción de Fidel:

Fidel le respondió entonces: “Pues te equivocas” y aclaró que el segundo estaba impreso en Cuba. Después le instruyó:

«Mañana vete a ver al rector Vilaseca, que tiene una lista de los libros que se necesitan. Luego a Joel Domenech y empieza a reproducirlos de acuerdo a la matrícula de tres cursos».

Del ministerio de Domenech dependía la «Empresa Consolidada de Artes Gráficas». Cada edición sería una «edición revolucionaria«, dijo Fidel esa noche.

En su libro “Génesis y desarrollo…” antes citado nos cuenta Rolando que al inicio de los ajustes del plan de impresiones se valoró con Fidel el problema de los eventuales litigios que traería la reproducción de las obras, pues la labor que estaban iniciando más temprano o más tarde, se conocería. Entonces Fidel dijo:

“Es verdad, pero también es cierto que los ofendidos somos nosotros. En qué cabeza cabe que no solo nos quieran matar de hambre con el bloqueo, sino que también nos quieran matar de ignorancia, porque no nos dan los derechos para reproducir las obras que necesita nuestra educación. Constituye una vergüenza para el mundo que se bloquee un país en su cultura, en su educación, en la formación de su inteligencia. Por tanto, vamos a declarar al mundo qué vamos a hacer y, a partir de este momento, puede proclamarse que cada una de estas reproducciones será una edición revolucionaria, y no pagaremos los derechos de autor. Como compensación, Cuba no cobrará los derechos de sus obras. Sobre todo, de su música, tan apreciada en el mundo.”

La definición sobre las reproducciones que dio Fidel en aquella oportunidad, constituye la razón de que el logotipo de tales libros fuese una «R», e inscrita en su interior una «e» pequeña, que resultó el símbolo de Ediciones Revolucionarias, pero como cada una lo era por sí misma, su nombre aparecía en singular.

El Comandante ordenó que estas obras no podían ser objeto de lucro alguno y que se les entregarían gratuitamente a los alumnos. También orientó ponerle una nota a los libros que explicara las razones de aquella decisión. Una tarjeta añadida a cada uno, enunciaba:

«Este libro tiene un gran valor. Por eso se te entrega gratuitamente. Vale por el trabajo acumulado que significan los conocimientos que encierra; por las horas de esfuerzo invertidas en confeccionarlo; porque sintetiza un paso de avance en la lucha del hombre por ser tal. Su mayor valor estará dado, sin embargo, por el uso que tú hagas de él. Porque estamos seguros de ese uso, y por su gran valor, se te entrega gratuitamente».

Cuando Rolando fue a ver a Vilaseca, el Rector le dijo que aún la lista no estaba concluida, pero que el Ministro de Educación, sí tenía una copia completa de unos 240 títulos, que Rolando recogió.

Fidel también le orientó que pasara con otros profesores por las distintas Facultades de la Universidad y por los Tecnológicos, para conocer cuántos libros eran necesarios en la docencia para un plazo de tres años. Enviaron además a España a dos compañeros a buscar originales, aunque realmente la mayoría salió de las Bibliotecas de la Universidad.

Explica Rolando en la entrevista con la Doctora Gómez, antes citada, que el objetivo siempre fue reproducir o «fusilar» esos títulos, en su opinión:

«Fusilar», es un localismo surgido después de la Revolución. ¿Quién lo inventó?, sin dudas Liborio, que tiene esas ocurrencias.”

Cuenta además esta singular historia:

«Roberto Fernández Retamar me relató una anécdota muy simpática. En un aeropuerto suizo se encontró con un conocido profesor de Literatura, al cual le dijo que su libro lo habían «fusilado» en Cuba. El profesor palideció y, entonces, Roberto se dio cuenta de que había empleado fallidamente el término «fusilar», y tuvo a toda carrera que enmendar la plana y explicar que así se le decía en Cuba a reproducir una obra. Con la fama que por entonces nos habían dado en el exterior, ¡cualquiera sabe qué habría pensado el profesor…!»

Continuando con Rolando en “Génesis y desarrollo…” Conocemos su impresión cuando Fidel vio el fruto de sus planes.

Nunca podré olvidar escribe:

“…el brillo de felicidad en la mirada de Fidel, cuando al paso de los días logramos tener siete u ocho libros impresos. «Ya casi tenemos una estiba de libros», comentó mientras ponía su mano sobre el pequeño montón como si lo midiera. “

Pero no solo hicieron libros para las universidades. Poco después se celebró el Congreso Médico Nacional y se expusieron muestras voluminosas de libros recientes de medicina, y los médicos resultaron muy excitados por el ansia de adquirirlos. Parecía que todos lo querían todo, y no había suficientes divisas para comprar el conjunto de obras requeridas.

Es que siempre ha ocurrido como si la Revolución tocara las demandas con su varita y las multiplicara astronómicamente. Cuando el problema llegó a Fidel, les dio instrucciones de que se presentaran en el Congreso y entregaran una tarjeta en que los participantes anotaran su nombre y un número de libros que deseaban adquirir.

Al terminar el trabajo de computar los pedidos, comprobaron que había algunos textos cuya frecuencia de solicitud permitía reproducirlos y así lo hicieron. Pero, también, hubo que importar otros, sobre todo de especialidades, porque su escala no admitía una impresión en condiciones económicas.  

Las «Ediciones Revolucionarias».

Al menos en un aspecto, las Ediciones Revolucionarias aventajaron a las ediciones originales.

Las sobrecubiertas de las originales no tenían mucha belleza, por lo que bajo la coordinación del diseñador Rodolfo Martínez, se volcaron al diseño en ellas a los más relevantes artistas plásticos de este género, que entregaron a nuestros estudiantes el polícromo encanto de sus portadas, que, sin dudas, prestaron su contribución a los elevados valores que alcanzó el diseño en aquellos años de Revolución. 

Y como se necesitaba de alguien que coordinara con las imprentas la producción de nuestros libros, la Empresa de Artes Gráficas cedió para ese fin a Carlos Gutiérrez, un antiguo linotipista, muy versado en esas tareas. También se unió a la pequeña hueste, Constantino Muiño, que se encargaba de hacer llegar los libros a las universidades. 

En una de sus visitas al departamento, el Comandante en Jefe, señaló que Ediciones Revolucionarias debía tener su librería propia. Y de inmediato, en la esquina de L y 27, comenzó a edificarse la «Fernando Ortiz«, en un local de la casa del antiguo Historiador de la Ciudad de La Habana. Constituida después de su fallecimiento en  la “Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz»

La inauguración ocurrió en los momentos del Congreso Cultural de La Habana. En la noche deslumbrante de su apertura asistieron escritores de la talla de Cesaire, Moravía, Cortázar, Benedetti, Vargas Llosa y Semprún, y muchos firmaron sus libros, editados para ese momento. También asistió, el director de la editorial Siglo XXI, Arnaldo Orfila.

Bibliografía:

RODRÍGUEZ, ROLANDO (2001): “Génesis y desarrollo del Instituto Cubano del Libro(1965-1980): Memoria y reflexión”, en Debates Americanos, no.11,  ene.-dic., La Habana.

Dra. Natasha Gómez Velázquez Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana Edición Revolucionaria (R): memoria y nostalgia del saber en Cuba. Entrevista a Rolando Rodríguez, fundador y director de Edición Revolucionaria. 4 de febrero de 2016 Scielo. Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América latina

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