Breve historia del Cartel en Cuba (Siglo XIX)
Autora: Ivón Muñoz Fernández
El cartel o afiche, es un pliego de papel de gran formato, impreso con anuncios o avisos, producido de forma masiva para su exhibición en público. Por lo general, se componen de una imagen a color y un breve texto o una marca identificativa. Normalmente, tienen fines comerciales, anunciar productos o publicar acontecimientos, pero también pueden ser recomendaciones educacionales, de salud, festivos, instrumentos de propaganda u obras de arte sin un mensaje particular.
Es una técnica de difusión de la información que permite llegar a gran cantidad de público, sin necesidad de invertir grandes recursos.
En Cuba ha existido una rica tradición de vallas y carteles, que se remonta a los impresos de alta calidad artística y gráfica del siglo XIX.
Orígenes
El siglo XIX marca una etapa de cierto florecimiento de la cultura en general en la Isla, atribuida al desarrollo económico y comercial que tuvo lugar tras la toma de La Habana por los ingleses. Gracias a las circunstancias exteriores se favoreció la prosperidad cubana, y se produce la libertad de comercio; al nacimiento de la industria tabacalera (1817); al período de revolución tecnológica que se lleva a cabo en esta etapa, el tránsito de la manufactura a la industria; al hecho de que la monarquía española atienda los intereses y necesidades de la naciente clase de terratenientes criollos cubanos que, entre otras cosas, dirigen también su atención a la promoción cultural, a elevar la esfera intelectual, y a mejorar la calidad de la enseñanza de las ciencias naturales, la economía y las Bellas Artes.
Las exitosas y pujantes industrias azucarera y tabacalera, propiciaron la llegada a la Isla de máquinas impresoras y de dibujantes y grabadores extranjeros de mucho talento. La aplicación de la técnica litográfica durante el siglo XIX en Cuba suscitó un amplio volumen de artísticas cromolitografías, producidas principalmente para la comercialización tabacalera. Los primeros impresos a varias tintas fueron las “cajetillas de lujo” para los cigarrillos, hoy conocidas como “marquillas cigarreras”. En la década de 1860, la fábrica La Honradez revolucionó internacionalmente la industria cigarrera mediante nuevas tecnologías y estrategias comerciales, entre ellas, el uso de las marquillas. Con ello marcó un precedente en la publicidad cigarrera, pues los envoltorios no solo tenían valor coleccionable, sino que sus pintorescos dibujos representaban la sociedad cubana de la época.
Como dato curioso, puede hablarse de los llamados quemazones, populares en la década de 1840; especie de sueltos, en los que eran frecuentes las faltas de ortografía y dibujos ordinarios. Su uso hizo que las autoridades regularan su colocación; solo con la autorización de la Sociedad Económica de Amigos del País, institución que se ocupó de su revisión y aprobación. Otro dato curioso que aporta información sobre la cartelería en el período, puede encontrarse en la obra plástica del artista español Víctor Patricio Landaluze (1830-1889), que hace referencia a la presencia de carteles en algunas de sus obras de tono costumbrista o social.
Víctor Patricio Landaluze, Haciendo el amor. Acuarela. Colección Luis Bay Sevilla. Sobre la puerta hay un cartel que anuncia a «Don Marcial Pérez, sangrador y dentista»
Para la década de 1860, es de significar que en momentos en que la metrópolis española exhibía sus hermosos carteles tipográficos e ilustrados para anunciar corridas de toros y otros entretenimientos, sutilmente empezaron a aparecer carteles cubanos para presentaciones de espectáculos, con alusiones directas a la Revolución que había iniciado Carlos Manuel de Céspedes, sólo tres meses antes en el Oriente del país.
Los más famosos fueron los colocados en la fachada del Teatro Villanueva, los días 13 y 22 de enero de 1869. El del día 13 anunciaba, en una excelente composición tipográfica, una danza titulada ¡Viva la Libertad! una guaracha cubana, por los individuos de la compañía, apareciendo al final un cuadro alegórico iluminado con luces de bengala; la ensaladilla cómica Los Negros Catedráticos, en la que se cantaba la graciosa canción ¡Que te vaya bien chinita!, la danza de Francisco A. Valdés, tocada por la orquesta, Gorriones y Bijirita; otra danza, Se Armó la Gorda; y el bufo catedrático de circunstancias, titulado: ¡Lo que va de ayer a hoy! en el que se cantaba la bonita guaracha titulada Ya cayó.
La noche del 22 de enero, se representó la comedia o cuadro de costumbres cubanas, en un acto y en prosa, original del escritor y periodista, Juan Francisco Valerio (1829-1878), titulada Perro huevero aunque le quemen el hocico. Al son de la guitarra se entonan puntos criollos y guarachas. Al terminar de cantar, uno de los actores, grita: “¡Viva el país que produce caña!”, a lo que el público respondió: ¡Viva Cuba Libre!. La obra culminó con una brutal arremetida del represivo Cuerpo de Voluntarios al servicio de las autoridades españolas contra los asistentes.
Basta reproducir ambos carteles para tener una idea de cuál era el estado de ánimo de la ciudad en aquellos días, más si se tiene en cuenta que ya se había decretado una “breve libertad de imprenta”.
Sucesivamente hasta culminar, en 1898, la dominación española sobre la isla; inspiradas por el progreso alcanzado en la imprenta, la fundación, en 1876, de la primera agencia para hacer publicidad y un año después la invención de un procedimiento para la ilustración de imágenes dibujadas al óleo sobre cristales; se sucedieron nuevas expresiones gráficas en centros comerciales, instituciones culturales y por diversos propietarios de la incipiente industria nacional para anunciar diversas marcas de productos como, por ejemplos: el jabón Hiel de Vaca, la cerveza La Tropical y cigarros Partagás; que contribuyeron a conformar el proceso evolutivo del diseño gráfico en Cuba.
Cartel promocional de la cerveza La Tropical, finales del siglo XIX, primeros años del siglo XX
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!