Andrés García Benítez. Foto tomada de Internet

Andrés, el dibujante estrella de la revista Carteles

En junio de 1919 comenzaba a circular en La Habana, editada por el Instituto de Artes Gráficas, la Revista «Carteles«. Encargada esencialmente de divulgar, mediante reportajes, entrevistas y artículos, los acontecimientos políticos y sociales más sobresalientes de la época. 

Pero Carteles fue, además, escenario de un gran artista: Andrés García Benítez, diseñador de sus portadas. Durante veinte años, la crítica valoró su trabajo como único, con una poética trascendental dentro del diseño y la plástica en Cuba. Artífice del segundo gran momento de la gráfica costumbrista nacional de todos los tiempos, después del grabador Víctor Patricio Landaluce, Andrés García Benítez es mucho más. Este hombre “multitalentos” también creó el diseño escenográfico y de vestuario para piezas importantísimas de la escena cubana.

Vida y Obra

Nació el 10 julio de 1916 en Holguín, ciudad del Oriente del país, en una casa ubicada frente a la Plaza de Armas (actual Parque Calixto García). Su padre, Saturnino García Zavalla, había llegado a Cuba proveniente del País Vasco siendo aún un adolescente. Con la ayuda inicial de un tío que había hecho fortuna en la isla, y posteriormente asociándose a su hermano Julián, Saturnino obtuvo una favorable posición económica que le sirvió para patrocinar espacios culturales en la ciudad, entre ellos, el teatro de la Colonia Española, denominado Teatro Holguín.

La madre de Andrés, Rita Benítez Hechavarría, pertenecía a una familia acomodada. Rita fue determinante en el funcionamiento de la extensa familia que creó junto a su esposo. Sus nueve hijos (Andrés fue el menor) crecieron en un ambiente culto, sobre todo inspirados por su afición a la lectura, y por el gusto de Saturnino por las artes escénicas. Pero si importantes fueron los libros, también lo fueron las revistas cubanas de la época que se recibían y compartían en casa, Carteles entre estas. 

Desde sus primeros años de edad demostró inclinación hacia el dibujo y la pintura. Andrés jamás cursó estudios académicos de arte, pues desarrolló de forma autodidacta un talento que le era innato, sin embargo fue un “personalísimo dibujante” con exposiciones importantes tanto en Holguín (cuando aún no tenía cumplido sus 15 años), como en el círculo de Bellas Artes de La Habana, en 1934, y Nueva York en 1936. El historiador y ensayista José Antonio Portuondo lo califica como un “estupendo ilustrador, por la exquisitez y delicadeza de sus líneas que tienen, toda la finura y el encanto a la par que la rica fantasía de los dibujantes orientales”.

En 1932 publica su primera portada en Carteles. A partir de este momento desarrollaría un sistemático trabajo como diseñador, siendo uno de los más reconocidos de la época. Participa en 1937 en la Primera exposición de arte moderno Pintura y escultura. La prensa de la época (Grafos, Diario de la Marina, e incluso la propia Carteles…) siempre estuvo atenta a las exposiciones de Andrés. El reconocido crítico de arte Guy Pérez Cisneros distingue su obra, resaltando el empeño por lograr imágenes suaves y armoniosas sin caer en lo trivial.

No solo Carteles se benefició de la creatividad de Andrés. Otras publicaciones como Vanidades, Perfiles, Social y Lyceum también recibieron en sus páginas y portadas su sello personal. Integró el consejo de redacción de la revista Prometeo, dedicada al teatro, cuyo primer número se publicó en 1947.

A partir de 1942, empieza a trabajar para las artes escénicas, convirtiéndose en uno de los escenógrafos más notables y notorios del ámbito teatral habanero de la década del 40, 50 y el primer quinquenio del 60. Su trabajo en esta disciplina fue reclamado por directores de la talla de Francisco Morín, Antonio Vázquez Gallo, Rubén Vigón, Modesto Centeno y Adolfo de Luis. 

Su arte creó el escenario y el vestuario para grandes obras como Electra Garrigó, Edipo Rey, Medea en el espejo, El dulce pájaro de la juventud, La zapatera prodigiosa y El jardín de los cerezos, entre otros clásicos del teatro nacional e internacional. En el musical y en la danza, realizó escenografías para obras de Ramiro Guerra y Alberto Alonso. Concibió el vestuario de fantasía La rosa blanca, con el que Alicia Alonso estrenó el ballet Los versos sencillos (1953), en homenaje al centenario del natalicio de José Martí. 

Incursionó en la zarzuela, destacándose su diseño escénico para Cecilia Valdés. También concibió una versión cubana de la Carmen de Bizet para la Ópera Nacional de Cuba, proyecto que quedó interrumpido por su viaje a España. Su último trabajo en Cuba fue el musical Mi solar, de Alberto Alonso, estrenado en 1965. Su espíritu creador lo acercó también a ambientes más festivos y glamurosos, como los espectáculos de los cabarets del Hotel Capri y Tropicana.

Entre los premios obtenidos por Andrés merecen citarse el Juan Gualberto Gómez por la mejor portada del año 1954, y el Internacional de Ilustración que le concedió la revista española Mundo Hispánico, en 1966. 

En 1966, viaja a España y posteriormente se radica en San Juan, Puerto Rico, ciudad que creyó le recordaría La Habana, y continúa con su labor como diseñador y dibujante. Regresaría a Holguín, ya bastante enfermo, donde murió el 11 de julio de 1981. Fue sepultado en el cementerio de su ciudad natal.

Estilo

Su sensual e incisivo dibujo se hizo tan personal como representativo de la revista Carteles. Semana tras semana, el lector que se enfrentaba a la amplia muestra de revistas en venta en el estanquillo o kiosco del barrio, donde no faltaban las importadas de Estados Unidos y Europa, no tenía duda alguna de que aquella portada que sobresalía entre todas por su colorido y humor, era la de «Carteles»

Con tal producción, Andrés generó una línea ilustrativa relacionada con los tipos y costumbres representativos de la sociedad cubana de los años 40 y 50 del pasado siglo. Obra que con mucho viene a culminar lo que podríamos llamar una segunda etapa de la vanguardia gráfica de la seudorepública, que contó con creadores de la talla de Jaime Valls, Conrado Massaguer, Rafael Blanco, Enrique García Cabrera y José Manuel Acosta, entre otros.

Entre los temas que abordó se encuentran los personajes populares, las mujeres y la situación de la República de entonces. Andrés fue uno de los artistas que mejor trató el tema negro en la gráfica cubana, desde la simpatía y el respeto. Pregoneros, amas de casa… protagonizaron sus portadas.

En su obra ilustrativa la mujer es el núcleo visual dinamizador de aquellas variables relativas a las virtudes de su género y nacionalidad. Andrés supo ver en ellas lo mejor de la estirpe criolla insular. Vistió como nadie los tipos populares, lo que también redundó a favor de su interés por darle un estilo digno al rostro pobre de la calle, no exento de belleza.

Portada de 1955. Foto tomada de Internet
Portada de 1959. Foto tomada de Internet
Portada de 1946. Foto tomada de Internet
Portada de 1952. Foto tomada de Internet

La Habana, que este artista conoció, es la otra gran protagonista, sin excepción, en las tapas de esta revista: sus costumbres, tradiciones, creencias religiosas, diferentes estratos sociales, composición étnica, vaivenes políticos, la presencia del turismo norteamericano. El campo cubano, su flora y su fauna, también están presentes; con lo que deja toda una historia visual de la Cuba de la seudorepublica.

Música para extranjeros, portada de 1947. Foto tomada de Internet
La verdadera realidad de Cuba, portada de 1947. Foto tomada de Internet

Más que la excelencia de su dibujo, el inmejorable sentido del color o la insuperable composición, rasgos que lo distinguen, la obra de Andrés trasciende porque en ella están la gracia criolla, la ironía, la intención solapada de criticar la degradación republicana y el espíritu nacionalista. Como asegura Martín Garrido Gómez, especialista en la obra de Andrés: “Su obra está afincada en la raíz misma de la patria”.

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