La primera obra científica publicada en Cuba
En 1787 veía la luz, en la imprenta de la Capitanía General (propiedad de Francisco Seguí) un singular libro: Descripción de diferentes piezas de historia natural, las más del ramo marítimo, representadas en setenta y cinco láminas, de la autoría de Antonio Parra y Callado, naturalista portugués.
Comúnmente conocido como El Libro de los peces, esta obra tiene el mérito de ser el primer libro científico publicado en Cuba y de haber convertido a su autor, décadas más tarde, en uno de los hombres más ilustres del país. Su celebridad atravesaría las fronteras y los siglos.
Estudioso de la Naturaleza
Antonio Parra Callado nació el 25 de junio de 1739 en Tavira, antiguo reino de los Algarves, en Portugal. En su juventud había sido marinero. Llega a La Habana en febrero de 1763 como un soldado más entre otros 2000 de las tropas españolas, en el regimiento de infantería de Mallorca. Posiblemente con las tropas de Ambrosio Funes de Villalpando, Conde de Ricla, que venían a reforzar la Isla tras el cese de la dominación inglesa.
En la capital, tras licenciarse del ejército, contrae matrimonio en 1764 (otros estudios afirman que en 1765) con la criolla Catarina Gertrudis Muñoz, con la que tuvo varios hijos.
Alrededor de 1776 comenzó a disecar peces, como él mismo escribiera en la dedicatoria de su libro al Rey Carlos III: “inspirado en la admirable belleza de la Isla de Cuba, decidió ocupar sus ratos libres en la recolección de piezas, fundamentalmente del ramo marítimo”. Tras recoger los ejemplares; primero los vaciaba y los endurecía, luego los pintaba y los barnizaba para hacerlos más atractivos. Y gracias a los elogios de “algunos curiosos” que le visitaban, se animó para realizar todos los esfuerzos posibles por obtener cada vez más raros ejemplares.
Tras conocer de la Real orden enviada en 1784 por el Marqués de Sonora a Luis de Uznaga, gobernador y capitán general de la Isla, solicitando el apoyo de los jefes de provincias a algunos comisionados encargados de recoger objetos de historia natural en las Indias; Parra se propuso mejorar su gabinete particular y encargó la construcción de sus primeros muebles y urnas de caoba. A él se debe el primer gabinete de historia natural que hubo en La Habana. Comenzando a escribir la obra que lo inmortalizaría, entre 1784 y 1785.
El Libro de los Peces
En la Descripción de diferentes piezas de historia natural, las más del ramo marítimo, representadas en setenta y cinco láminas; conocida corrientemente como El libro de los peces; se catalogan básicamente animales marinos. La primera parte se ocupa de los peces y crustáceos, la segunda de las esponjas y corales, mientras que la tercera se concentra en las petrificaciones de animales. De modo general, las piezas son enumeradas y descritas en su aspecto exterior. Aunque no incluye nombres científicos de las especies marinas que recogió (sobre todo peces, crustáceos, pero también equinodermos, esponjas y otras) algunas, como la palma de mar y ciertos peces, fueron descritos por primera vez por él, con tal riqueza de detalles en ciertos casos, que evidencian sus dotes naturalistas. La obra también dedica un espacio a la “ciguatera”, intoxicación debida a la ingestión de algunos de los animales registrados.
El Libro… constituyeuna pequeña joya histórica y bibliográfica, muy rara y hermosa por su carácter iniciador de los estudios ictiológicos en la isla y porque su autor se las ingenió para evadir una real cédula de 1778, que prohibía “a los hijos de América y a los españoles residentes allí, que estudiasen, observasen y escribiesen sobre materias relativas a las colonias”. Fue toda una novedad para la época por su acabado. Impreso en letras grandes, claras y legibles, con 195 páginas, índice y fe de erratas, buen papel, excelente encuadernación y 75 bellas ilustraciones iluminadas, grabadas en cobre. Dichas ilustraciones son obra del hijo del naturalista, Manuel Antonio, talentoso joven de 16 años quien las coloreara a mano. El éxito de este libro fue tal que se hicieron dos ediciones en el mismo año.
Dos ilustres cubanos la apreciaron en su justa medida; el sabio Felipe Poey clasificó y estudió los peces de Parra, dedicándole los nombres científicos de algunos de ellos, por ser el primero en describirlos; además que la consideraba: “la más antigua obra de ciencia publicada en Cuba”. El bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales dijo que era “obra valiosísima, por ser el primer libro quizá de alguna importancia que se imprimió en La Habana”.
Los célebres sabios franceses G. Cuvier (1769-1832) y M. Valenciennes (1794-1865) se refieren al libro como “infinitamente más valioso” a causa de las figuras con que fue enriquecido.
En 1789, dos años después de la publicación, Parra logra por fin navegar rumbo a España con su libro y algunos ejemplares de su colección. Estos son entregados al director del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. En ese mismo año, Parra regresa a Cuba para continuar su labor. Aquí le esperaba la fama y un amplio reconocimiento social.
El 6 de febrero de 1791 el Papel Periódico de la Havana publica un artículo elogiando ampliamente su trabajo. En 1792 vuelve el Papel Periódico de la Havana a exhortar al público “para que coopere con producciones relativas a la industria, el comercio, la agricultura, el arte y la ciencia, y se pone como ejemplo la labor de Don Antonio Parra”. El 22 de julio de ese año seanuncian los horarios de visita a su gabinete, ubicado en la calle Tejadillo No 8. Desde entonces, el libro del naturalista ha sido objeto de estudio por parte de nuestras más ilustres personalidades.
Las últimas noticias sobre Antonio Parra se refieren a la publicación, en 1799, de un folleto sobre los medios de trasplantar diversos árboles cubanos en España. Entre 1770 y 1792 Parra se había desarrollado también como botánico. Había recolectado y enviado decenas de cajones de semillas y plántulas a la metrópoli. Gracias a su intensa dedicación a la flora cubana llegó, incluso, a obtener el título de Miembro Correspondiente del Real Jardín Botánico de Madrid. Después de esto, nada más parece saberse de su existencia.