La imprenta y el trabajo editorial en Cuba durante el siglo XVIII en la época de la colonia española.

Autor: Pedro Ramón Pérez Bretos.

A pesar de que Cuba es un país de escritores que han legado obras, valoradas más allá de las fronteras de la isla, hasta 1950 éramos un país con muy pocas ediciones propias.

En Cuba, si bien la introducción de la imprenta data de las primeras décadas del siglo XVIII, sólo puede hablarse de industria editorial después del 1959 ―entendida ésta como un sistema de actores y procesos, organizados a lo largo de una cadena de valor y capaces de garantizar la producción de impresos en cantidades suficientes para satisfacer demandas de miles de ejemplares. (Jacqeline Laguardia Martínez, 2013:1)

Eran la censura practicada por los colonialistas españoles y la elevada tasa de analfabetismo -hacia finales del siglo XIX de 75 % de la población de la Isla- obstáculos insuperables que impedían el desarrollo de una industria editorial en el país. (Smorkaloff, 1987:20).

Sin embargo, a partir del Siglo XVIII en Cuba y específicamente en La Habana, con el desarrollo de la agricultura, creció con rapidez la producción del tabaco y el azúcar, influyendo en el crecimiento de la población y de la economía, lo que trajo consigo la necesidad de elevar el nivel cultural, este hecho motivó que el habanero Juan Francisco Caraballo lograra la apertura de un colegio dirigido por los Padres Belemnitas, que en poco tiempo tuvo 200 niños a quienes se les enseñaba a leer y a contar (Ramiro Guerra y Sánchez, Historia de la Nación Cubana, 1952, 501)

Portada de Tarifa.
Taller de impresión de la época.
Tipos de imprenta usados por Habré

A pesar de la temprana entrada de la imprenta en Cuba, durante el periodo colonial no hubo desarrollo significativo en la industria editorial que funcionaba bajo el control de la Capitanía General (Fornet, 2002:11).

El otro hecho histórico que determinó el desarrollo cultural fue la fundación en 1725 de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana. La civilización de la isla comenzó a acentuarse desde el momento en que abrió sus puertas la universidad. (Carlos M. Trelles. Bibliografía cubana de los Siglos XVII y XVIII, 8)

La posición geográfica de la isla, conocida como «la llave del Nuevo Mundo» y su importancia para los planes del gobierno español y su naciente desarrollo cultural protegido por la universidad y desarrollado por la imprenta lograron que, a finales del Siglo XVIII, la isla y en particular La Habana, disfrutaran de una cierta «edad de oro cultural».

Este proceso se manifestó, primero en La Habana y posteriormente en otras ciudades de provincia, en el creciente número de imprentas, en la introducción de nuevos métodos de impresión y en el trabajo editorial, que se desarrolló con la edición de un gran número de publicaciones periódicas e incluso libros sobre historia, ciencias, arte y medicina.

En 1736, el habanero Francisco José de Paula (segundo impresor de Cuba) solicitó y obtuvo permiso del Cabildo o Ayuntamiento de La Habana para establecer una imprenta y comenzó a publicar tesis de grado de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, haciendo constar en obras que él era «Typographum» del Regio Tribunal de la Santa Cruzada». En mayo de 1764, comienza a publicar la “Gazeta de La Habana”, primer periódico impreso en Cuba, resultado de un proyecto del entonces capitán general Ambrosio Funes de Villalpando, Conde de Ricla. (Jorge G. Ricardo. La Imprenta en Cuba. Editorial Letras Cubanas,1981, toda la información bibliográfica siguiente es del mismo autor).

En 1750 el sevillano Blas de los Olivos funda por estas fechas una imprenta en La Habana, de ella salió el primer libro impreso en Cuba «Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación, y servicio de sus Exercitos» en dos tomos (1761 y 1763); también le correspondió imprimir el acta de capitulación del gobierno de La Habana a los ocupantes ingleses en 1762 y de su taller salieron varias tesis novedosas por incluir pequeños grabados a modo de ilustraciones. Publicó también trabajos de corte religioso, sanitarios y reglamentos. Su imprenta llegó a ser la del Gobierno y Capitanía General de Cuba.

Durante la ocupación inglesa de la ciudad, una ola de escritos e impresos clandestinos comenzó a circular, repudiando la actitud derrotista y de poco brío de las autoridades españolas, que capitularon en momentos en que la población hacía frente con todo valor a los británicos. Destácase en la defensa la villa de Guanabacoa que con varias compañías de macheteros lideradas por el criollo “Pepe Antonio” le hicieron frente al invasor.

En ese mismo año, coincidiendo con la toma de La Habana por los ingleses, se funda en esta ciudad la imprenta del Cómputo Eclesiástico, que publicaba añalejos o calendarios de rezos anuales de las congregaciones religiosas y de la Catedral. Más adelante se llamó imprenta de la Curia Episcopal y Colegio Seminario de San Carlos.

En 1763, finalizada la dominación inglesa, el nuevo gobernador Ambrosio Funes Villalpando, conde de Ricla, intentó fomentar la imprenta en Cuba, y encargó al impresor Blas de los Olivos, el proyecto de imprimir en Cuba una Guía de Forasteros, un Mercurio y una Gaceta.

Como respuesta emite el rey en esta fecha la Real Cédula que establece la prohibición de que exista en La Habana más de una imprenta. La única permitida – la del Gobierno – debía ser vigilada por el gobernador de la isla de Cuba. Afortunadamente, no se hizo mucho caso de lo primero, pero hubo que conformarse con la publicación solo de la “Gazeta de La Habana”. el primer periódico impreso en Cuba, que comenzó a publicarse en mayo de 1764.

Foto de portada.

En 1781, pudo al fin publicarse «La Guía de Forasteros«, el proyecto del Conde de Ricla, en el taller de la Capitanía General. La Guía comenzó con unas treinta páginas y ya en 1814 tenía 248 con el título “Guía de Forasteros de la siempre fiel Isla de Cuba y Calendario Manual para el año 1814”, un buen impreso «edición de bolsillo» que constituye una especie de compendio sobre Cuba: geografía, historia, población, estadística, instituciones, profesiones, industrias, comercio, imprenta, etc., y fue alabada por el barón Alejandro de Humboldt como un «almanaque estadístico mucho mejor redactado que la mayoría de los que se publican en Europa», en su obra “Ensayo político sobre la Isla de Cuba”. Puede considerarse como la primera Guía turística de Cuba.

En 1787 se publica en La Habana, por la imprenta de la Capitanía General a cargo de Francisco Seguí, la primera obra científica editada en Cuba: «Descripción de diferentes piezas de historia natural las más del ramo marítimo«, representadas en setenta y cinco láminas. Conocida corrientemente como El libro de los peces y de la autoría del naturalista portugués Antonio de la Parra, es una pequeña joya histórica y bibliográfica por su carácter iniciador de los estudios ictiológicos en la isla y porque su autor se las ingenió para evadir una real cédula de 1778, que prohibía ¨a los hijos de América y a los españoles residentes allí, que estudiasen, observasen y escribiesen sobre materias relativas a las colonias¨.

Foto de portada.
Imágenes y texto.

Fue toda una novedad para la época por el acabado de la misma: impreso en letras grandes, claras y legibles, con 195 páginas, índice y fe de erratas, buen papel, excelente encuadernación y 73 bellas ilustraciones iluminadas (coloreadas a mano por Manuel Antonio Parra, hijo del autor). Dos ilustres cubanos la apreciaron en su justa medida; el naturalista Felipe Poey la llamó “la más antigua obra de ciencia publicada en Cuba” y el bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales dijo que era ¨obra valiosísima, por ser el primer libro quizá de alguna importancia que se imprimió en La Habana¨.

En 1789 se publica en La Habana, en el taller de Esteban José Boloña, la obra:  «Teatro histórico, jurídico, y político militar de la isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital la Havana«, escrita por el abogado e historiador habanero Ignacio José de Urrutia y Montoya (1735-1795). Sólo llegó a publicar la primera parte, en la que trata del descubrimiento, la conquista y la población indígena de la isla, abarcando de 1492 a 1556. Es considerada la primera obra histórica de rigor publicada en el país.

En octubre de 1790, elaborado en la imprenta de la Capitanía General, ve la luz el primer número del “Papel Periódico de la Havana” fundado a instancias del capitán general don Luis de las Casas y dirigido en un principio por el periodista Diego de La Barrera. En sus páginas admitía colaboraciones literarias y artículos de marcado acento didáctico o instructivo, junto a la promoción ética y cultural. Se encargaba además de la difusión mercantil, promover el desarrollo agrícola y la propaganda política.

Era un periódico de pequeño formato (22 por 15 ½ centímetros) con frecuencia dominical y que posteriormente comenzó a editarse los jueves. Destacadas personalidades de la época como el notable filósofo y pedagogo, presbítero José Agustín Caballero, junto al doctor Tomás Romay fueron sus principales redactores. El “Papel Periódico de la Havana” constituyó una vía para volcar los anhelos de la sociedad criolla, en proceso de convertirse en nacionalidad.

En 1792 queda oficialmente inaugurada la primera tipografía en Santiago de Cuba, a cargo del impresor español Matías Alqueza. En ese mismo año edita la obra «Letra de los Villancicos que se han de cantar en la Santa Yglesia Cathedral de Cuba-Dispuesto por el presbítero maestro de capilla Esteban Salas» (1725-1823); considerado nuestro primer compositor musical. Matías Alqueza ocupó el cargo de impresor en el Seminario de San Basilio el Magno hasta 1817.

Foto de portada.
Foto de portada.

En 1793 comienza la publicación de las «Memorias de la Real Sociedad Económica de Amigos del País o Sociedad Patriótica de La Habana». Fue su primer redactor el padre Félix Varela. En forma de cuadernos anuales y después mensuales, en sus páginas se encargaba de promover la cultura y el comercio, enfocada a la educación e instrucción de la juventud.

Es una publicación de alto valor histórico donde se encuentran importantes documentos indispensables para el conocimiento de la historia de América en general y de Cuba en particular. Contienen numerosos trabajos de carácter histórico, científico, económico y literario; artículos sobre agricultura, industria, comercio, artes; estudios sociológicos. Colaboraron en sus páginas figuras como el doctor Tomás Romay, quien introdujo en Cuba la vacuna contra la viruela (1764-1849), el profesor y primer bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales (1812-1889) y el agrimensor, historiador y políglota Tranquilino Sandalio de Noda (1808-1866).

El 5 de abril de 1797 se publica en La Habana, por la imprenta de la Capitanía General, el folleto de carácter científico: “Disertación sobre la fiebre maligna vulgarmente llamada Vómito Negro, enfermedad endémica de las Indias Occidentales, por el doctor Tomás Romay” (1764-1849) precursor del uso de la vacuna en Cuba. Con la publicación de esta obra se inicia la monografía que inauguró la bibliografía científica cubana, ya que fue el primer estudio científico de la fiebre amarilla publicado en el país.

El Siglo XIX vería la expansión de las publicaciones impresas en toda la isla que contribuiría al desarrollo económico, político y cultura de la burguesía criolla y culminaría en su segunda mitad con el desarrollo de las guerras por la independencia.

Bibliografía:

Jacqeline Laguardia Martínez, Industria editorial cubana,. Evolución y desarrollo, 22 de abril del 2014, University of the West Indies. St. Agustine.

Pamela María Smorkaloff. 1987. Literatura y edición de libros. La cultura litera y el proceso social en Cuba, 1900-1987, p. 372, La Habana, Ed. Letras Cubanas.

Ramiro Guerra y Sánchez, Historia de la Nación Cubana, Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952.

Jorge Oller Oller, Cubaperiodistas, Mayo 30 del 2020.

Ambrosio Fornet, (2002): El libro en Cuba, p. 239, Ed. Letras Cubanas, La Habana.

Carlos M. Trelles. Bibliografía cubana de los Siglos XVII y XVIII. Imprenta del Ejercito. La Habana, 1927, Jorge G. Ricardo. La Imprenta en Cuba. Editorial Letras Cubanas

Sigfred Taubert, 1976. The Book Trade of the World. s.l.: Verlagsgruppe Bertelmann Gmbtt. vol. II.

Jorge G. Ricardo. La Imprenta en Cuba. Editorial Letras Cubanas,1981.

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