La Edad de Oro

El 1 de julio de 1889 veía la luz, en la ciudad de Nueva York, una singular publicación de recreo e instrucción, redactada completamente en español y que  llevaba como subtítulo Dedicada a los niños de América.  El nombre de la revista La Edad de Oro y estaba escrita en su totalidad por el más universal de los cubanos, José Martí.

La génesis de esta publicación está íntimamente vinculada con la vida de Martí. Tras la separación de su hijo José Francisco, desde mediados de los ochenta, José Martí había comentado a un amigo suyo, el editor brasileño Aarón Da costa Gómez, la idea de redactar una revista que educara y preparara  para el ejercicio de la vida digna a la infancia de la América Nuestra. El editor Da costa Gómez facilita los medios, dando como resultado una revista de preciosa portada, finas láminas y apenas treinta dos páginas, redactadas por José Martí.

«Entro en esta empresa con mucha fe, y como cosa seria y útil a la que la humildad de la forma no quita cierta importancia de pensamiento», le escribe a su gran amigo, el mexicano Manuel Mercado, en carta fechada en Nueva York el 3 de agosto de 1889. Es el propio Costa Gómez a quien se debía el título, según expresó Martí en carta a Manuel Mercado.

Más adelante define sus propósitos con las siguientes palabras: «Verá por la circular que lleva pensamiento hondo y ya que me la echo a cuestas, que no es poco peso, ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos, o extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América«

En la introducción al primer número, aparecida bajo el título «A los niños que lean La Edad de Oro«, Martí explicaba a los pequeños lectores los objetivos de la revista: «Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora«.

En la revista Martí resaltaba su compromiso con la igualdad de géneros. Niñas y niños deben permanecer en igualdad de condiciones, nunca unos por encima de otras:

«Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas…«

Y a continuación añade: «Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América y en las demás tierras… Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, los niños son la esperanza del mundo

José Martí no fue un psicólogo propiamente dicho, aunque su abarcadora sapiencia le permitió incursionar en materias diversas de las ciencias naturales y sociales. Fue, sobre todo, un minucioso observador de las circunstancias y de las personas.

Para La Edad de Oro, Martí redactó artículos sobre historia americana o universal, arte, tradiciones y otras cuestiones de interés. Además, insertaba poesías y cuentos, algunos  de ellos adaptados de otros autores. En cada uno de los textos vibra su recio ideario independentista, el amor por la gran patria latinoamericana, la devoción por la justicia, la verdad y la belleza.

Tras la publicación del cuarto número, en octubre de ese año, la revista cesa de publicarse. Con fecha 26 de noviembre de 1889, José Martí escribe nuevamente a Mercado y le explica que La Edad de Oro ha salido de sus manos «a pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o por miedo de comercio, quería el editor que yo hablase del «temor de Dios», y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuvieran en todos los artículos e historias«. Y añade: «La precaución del programa, y el singular éxito de crítica del periódico, no me han valido para evitar este choque con las ideas, ocultas hasta ahora, o el interés alarmado del dueño de La Edad

En 1905, diez años después de la caída en combate de José Martí en Dos Ríos, Gonzalo de Quesada de Aróstegui, su discípulo más querido,  albacea de la papelería del maestro, agrupa los cuatro números de la revista, convirtiéndolo en un libro como se conoce desde entonces, con multiples ediciones dentro y fuera de Cuba.

La Edad de Oro es, sin duda, un libro que cautiva a cualquier edad. Al decir del doctor Salvador José Arias García, especialista del Centro de Estudios Martianos, la inmortalidad de este libro que ocupa un lugar prominente en las letras cubanas, está dada en primer lugar porque «Martí quiso hacer esta obra para el futuro; él pensaba, en su proyecto cultural y revolucionario, que hablar a los niños, convencerles, transmitirles ideas; iba a garantizar el porvenir. Pues muchos de los temas que trata poseen una vigencia tremenda».

Todo aquel que quiera ser un hombre de bien, debe leerlo; y aquellos que tienen la responsabilidad de educar, el deber de explicarlo. Solo así se logrará hacer de “La Edad de Oro” el mejor amigo; y de sus páginas, la guía para formar hombres y mujeres de bien, porque no solo fue un proyecto para niños, sino para los hombres del futuro.

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