Brevísima Libertad de Imprenta

Autor: Vladimir Martínez Santana

El 10 de octubre de 1868 se lanzan los cubanos a la guerra por la independencia. En 1869, mientras el estruendo de la lucha armada hacía estremecer los cimientos del poder español en la Isla, tomó posesión en La Habana el capitán general Domingo Dulce, por segunda vez gobernador de Cuba. Traía instrucciones de captarse las simpatías de los cubanos, a fin de contrarrestar el movimiento insurreccional. Se dijo entonces que Dulce venía a tratar de “dulcificar” el país, y la primera medida de este demagógico “dulcificador” fue decretar el 9 de enero la libertad de la Imprenta.

Gobierno Superior Político de la Siempre Fiel Isla de Cuba. –Usando de las facultades que se me han concedido por el Gobierno Provisional de la Nación (esto es el Gobierno de Madrid), decreto lo siguiente:

Artículo 1ro. Todos los ciudadanos de la Provincia de Cuba tienen derecho a emitir libremente sus pensamientos por medio de la Imprenta, sin sujeción a censura, ni a ningún otro requisito previo.

Artículo2do. Los delitos comunes que por medio de la Imprenta se cometan, quedan sujetos a la legislación común y Tribunales ordinarios.

Art. 3ro. Son responsables para los efectos del artículo anterior, en los periódicos, el autor del artículo, y a falta de este el Director. En los libros, folletos y hojas sueltas, el autor; y no siendo conocido, el editor y el impresor por su orden.

(…)

Art.5to. Ni la religión católica en su dogma, ni la esclavitud, hasta que las Cortes constituyentes resuelvan, podrán ser objetos de discusión.

La respuesta fue la aparición, en pocos días, de más de cien periódicos y hojas sueltas de variadísimas y a veces extravagantes aunque intencionados títulos y lemas: El fosforito, «Periodiquito que huele a chocolate y sabe a merengue», imprenta El Iris; La Tranca, «Periódico contundente» imprentas La Tropical y El Tiempo; El Machete, «Periódico de mucho filo»… A estos y otros muchos contestaban los españoles integristas con los suyos, como El Riojano y El Loro.

Fue entonces cuando salió en La Habana -19 de enero- El Diablo Cojuelo, una publicación de cuatro páginas, imprenta El Iris, pequeñito periódico (21,5 x 13,5 centímetros) dirigido por Fermín Valdés Domínguez y redactado por un joven que aún no había cumplido los dieciséis años de edad, José Martí. Decía:

Esta dichosa libertad de imprenta, que por lo esperada y negada y ahora concedida, llueve sobre mojado, permite que hable usted por los codos de cuanto se antoje, menos de lo que pica; pero también permite (…) que lo zambullan a usted en el Morro, por lo que dijo o quiso decir.

Martí, que siempre vio como amigos y hermanos a los trabajadores, señalaba un aspecto beneficioso de la libertad de imprenta, porque con ella«gana el que imprime, puesto que no hay censura que le arrebate el trabajo».

Dado que algún periódico equivocaba el camino, el director y el redactor de El Diablo Cojuelo orientaban, con toda dignidad: «Sr. Estudiante Republicano: libertad de imprenta no quiere decir indecencia impresa».

Y en combate con los enemigos de Cuba libre señalaba el periódico de Martí: «El Diario de la Marina tiene desgracia. Lo que él aconseja por bueno es justamente lo que todos tenemos por malo. Lo que él vitupera por malo, es justamente lo que todos tienen por bueno».

Otro periódico, éste dirigido por Martí, apareció el 23 de enero de 1869: La Patria Libre. La publicación era de ocho páginas de a tres columnas, con formato de 33×23 centímetros. Se imprimió en El Iris, de Obispo 22, La Habana. El artículo de fondo titulado “La Patria” fue una contundente denuncia contra las atrocidades, abusos y crímenes de los gobiernos coloniales, representados por las «manos de hierro, corazones de fieras y juicios venales» de hombres como Tacón, O’Donell y otros capitanes generales de la Isla. En La Patria Libre, «Semanario democrático-cosmopolita» del que, al igual que El Diablo Cojuelo, solo salió un número, apareció el drama en versos Abdala, «Escrito expresamente para la patria», por José Martí.

El 12 de febrero – 33 días después de implantada – fue abolida por el general Dulce la pomposa libertad de imprentas. En lo adelante, solo no estarían censuradas las publicaciones que salían de las imprentas instaladas en el campo insurrecto, en las prefecturas de Cuba Libre.