Alfredo López Arencibia. Foto tomada de Internet

Alfredo López: Gran Líder de los trabajadores de la Industria Gráfica cubana

Alfredo López Arencibia nace el 2 de agosto de 1894, en Sagua la Grande, municipio de la antigua provincia de Las Villas. Uno de once hermanos de una familia muy humilde; sus padres fueron Alfredo López de Cosío, anarquista asturiano radicado en Cuba y Patricia Arencibia Rojas.

Comienza a trabajar a los nueve años como aprendiz en una pequeña imprenta de su natal Sagua. Allí se hace cajista y maquinista. Pero la difícil situación de su familia lo obliga a emigrar, primero a la Ciudad de Camagüey y después a La Habana, a donde llega en 1910 con sólo 16 años. 

En la capital comienza a trabajar de tipógrafo en la imprenta La Mercantil, y aprende el oficio de linotipista junto a Antonio Penichet. Su arribo coincide con un período de agudos choques políticos. Comenzaban a trascender las actividades organizativas de los tipógrafos y los azucareros en distintos lugares del país. Por ese tiempo conoce a Inocencia Betancourt, quien será su compañera por el resto de la vida.

En noviembre de 1913 se crea la Agrupación de Tipógrafos en General; Alfredo es de los fundadores con tan solo diecinueve años. Ya en 1914, recibe su bautismo de fuego en un victorioso paro de los trabajadores gráficos. Ese mismo año, pero en diciembre, su amigo Antonio Penichet es electo presidente de la Agrupación y él asume el cargo de Secretario. Desde allí analiza, argumenta y orienta a los trabajadores. Mediante lecturas sobre temas sociales desarrolla su capacidad para la polémica.

El gobierno de Mario García Menocal desata el terror contra los sindicatos obreros; Alfredo, incansable, recorre los talleres predicando la necesidad de unidad de los trabajadores para la defensa de sus derechos. Explica que “ el obrero disperso, solo, aislado, está considerado como un objeto, como una cosa a la cual se le puede manejar como se quiera, mientras que el obrero asociado que se da cuenta de la realidad y crea con sus compañeros una fuerza colectiva, se le respeta, se le teme”. Realiza colectas para ayudar a los tipógrafos que estaban desempleados.

Entre las reivindicaciones reclamadas por la huelga de octubre de 1915 en que se ve envuelta la Asociación, está el obtener el reconocimiento del sindicato y un aumento salarial. Ya se habían denunciado las deplorables condiciones de trabajo en los talleres y se luchaba por el mejoramiento de la higiene. Como dirigente obrero, Alfredo organiza grupos “estacas” para impedir la incorporación de rompehuelgas, desarrollando una amplia labor de propaganda.

Participa activamente en la organización del Comité Pro Primero de Mayo en 1918 y en las huelgas generales a finales de ese mismo año y en marzo de 1919, a las que se unieron obreros de la construcción, ferroviarios, tranviarios, tabacaleros y azucareros de Las Villas y Camagüey.

Es elegido vicepresidente y luego presidente del sindicato de los tipógrafos. A finales de 1919 organizó una gran huelga en su sector y tres meses después sus demandas fueron cumplidas. 

Participa en el Congreso Nacional Obrero, convocado por la Federación de Torcedores de La Habana y Pinar del Río, entre los días 14 y 16 de abril de 1920, con la asistencia de representantes de 102 organizaciones obreras de todo el país. 

La celebración de este Congreso constituyó un verdadero salto cualitativo en la radicalización del movimiento proletario cubano. Alfredo, junto a otros compañeros derrotaron la propuesta de los delegados reformistas, de enviar una representación a la convención de la pro-imperialista Confederación Obrera Panamericana (COPA); también acordaron enviar un saludo de solidaridad a la República Socialista del Soviet de Rusia. Finalmente también se aprobó la moción, propuesta por Alfredo, para la creación de federaciones locales provinciales, como paso previo a la convocatoria de otro congreso obrero con el objetivo de unificar a todos los trabajadores del país en una sola organización.

Ese proceso unificador fue iniciado de inmediato, bajo la conducción del propio Alfredo, con el apoyo de los representantes del pensamiento socialista cubano, especialmente Carlos Baliño, quien colaboró sin descanso por lograr la unidad entre los distintos sectores de trabajadores.

Del Congreso de 1920 surgió la Federación Obrera de La Habana (FOH), el 4 de octubre de 1921, importante paso de avance en el desarrollo de la conciencia revolucionaria del movimiento obrero cubano. La secretaría general recayó en Alfredo López. Posteriormente ocuparía la máxima dirección de la FOH. 

El 4 de octubre de 1922, Alfredo López funda la Escuela Racionalista, que funcionó en el Centro Obrero de La Habana y en otros locales sindicales. A ella asistían durante el día los hijos de los obreros y los adultos en horario nocturno, a fin de combatir la ignorancia que favorecía a los intereses de la burguesía. 

Alfredo López fue un ferviente colaborador de la Universidad Popular José Martí, fundada el 3 de noviembre de 1923 por el líder estudiantil Julio Antonio Mella. Afanes y luchas unió a ambos líderes en estrecha amistad. En una ocasión, Julio Antonio Mella describiría a Alfredo López de la siguiente manera:

No era un intelectual ni un erudito, sino un linotipista cuyo buen salario le habría permitido vivir con su familia holgadamente desde las filas de la llamada aristocracia obrera , y sin embargo, se había entregado por entero a la causa de la organización y la lucha del proletariado, convertido en una personalidad que envuelta en su traje oscuro y su corbata blanca, andaba con los bolsillos, como verdaderos archivos ambulantes, siempre repletos de folletos, revistas, mientras como un eterno buscador de información de cualquier tipo, se había convertido en un hombre de elevada cultura general y sobre todo, de elevado sentido conceptual y práctico acerca de lo que significaba la explotación capitalista, la importancia de la organización unitaria y la necesidad indispensable de que los trabajadores adquiriesen la cultura general y política que necesitaban para la comprensión y el exito de sus luchas, junto al significado del dominio norteamericano para la nación cubana”.

El 14 de diciembre de 1924 se celebra el Congreso Nacional Obrero, con la presencia de trabajadores agrícolas e industriales de diferentes regiones. Alfredo López inaugura el evento en su condición de secretario del Comité Conjunto de Organizaciones Obreras de la FOH. 

López participó en el Segundo y Tercer Congreso Obrero Nacional, celebrado el primero en la ciudad de Cienfuegos, entre el 15 y el 18 de febrero de 1925, y el segundo en la ciudad de Camagüey, entre el 2 y el 7 agosto de ese mismo año. En medio de las perspectivas ultrarreacionarias que anunciaba el recién inaugurado régimen presidencial de Gerardo Machado, quien había expresado públicamente su posición proimperialista y antiobrera. Es durante la última sesión del  Tercer Congreso Obrero Nacional que queda constituída definitivamente  la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). 

Sesión del Tercer Congreso Nacional Obrero, 1925. Foto tomada de Internet

Por el esfuerzo de un grupo de líderes obreros de posiciones radicales y progresistas, encabezados por Alfredo lópez, se consiguió la fundación de esta organización rectora, cuya existencia contribuiría a desarrollar la conciencia de clase del proletariado nacional.

La personalidad de Alfredo no estaría completa sin resaltar sus dotes de orador de palabra clara, precisa, aguda y enérgica. Su acción era más que movilizativa, se multiplicaba organizando comités de auxilio a los huelguistas, grupos de choque y mítines.

El gobierno machadista apeló a distintos medios para apartarlo de su lucha en defensa de sus hermanos de clase. Es encarcelado en octubre de 1925. En la cárcel comparte con Julio Antonio Mella después de los sucesos del 27 de noviembre de 1925 (Mella había sido detenido supuestamente por «violar la ley de explosivos»; se le acusaba por las explosiones del 17 de septiembre). Tras ser liberado en enero de 1926, acusa al gobierno por su política represiva y los crímenes cometidos. Es detenido nuevamente y amenazado de muerte.

El 20 de julio de 1926, al salir de su casa en horas de la noche, es golpeado brutalmente y secuestrado por los esbirros de la dictadura de Machado. En calle Gloria, rumbo a Zulueta, fue visto por última vez.

Presintiendo el trágico fin de su amigo, en agosto de 1926, Mella escribió sobre Alfredo desde el exilio: “Guerrero, nadie conoce tu paradero, ¿acaso nos es dado a los revolucionarios escoger la forma de nuestra muerte? Caemos como soldados, donde la bala enemiga nos encuentre… Cuando nos llegue a la clase oprimida la hora de nuestro triunfo, la obtendremos en gran parte por lo que tú iniciaste. No tendrás avenidas de ciudades burguesas ni estatuas en los parques públicos. Pero cada proletario sabrá que las organizaciones que tú fundaste son los mejores monumentos a tu memoria”.

No volverá a saberse de él hasta 1933, al caer la tiranía machadista. Entonces se conoció que fue conducido al Castillo de Atarés, siniestro lugar de torturas y crímenes, practicados por verdaderos asesinos de uniforme al servicio del régimen infame de Gerardo Machado. Su cadáver apareció enterrado en los alrededores de la fortaleza.

Alfredo López fue un combatiente, organizador y luchador incansable por la unidad de la clase obrera; que comprendió muy pronto la necesidad de agrupar a los trabajadores en una organización clasista independiente y unitaria para luchar por sus derechos.

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