Portada del segundo número de la revista infantil Pulgarcito. Foto tomada de Internet

Pulgarcito: una revista infantil de referencia

Ivón Muñoz Fernández.

En enero de 1919, veía la luz en La Habana, la Revista infantil Pulgarcito, hermosa publicación destinada a compartir contenidos textuales y gráficos para niños de hasta 10 años.

Antecedentes

Sus inicios están ligados a la revista Social (1916-1938). El director de Social, el dibujante y caricaturista Conrado W. Massaguer (1889-1965), en el número cinco de 1918, en la sección Notas del Director, la llama con el nombre de Baby Social. Allí se solicitaba “fotografía de niños (hasta los diez años), con su nombre, el de sus padres, lugar de residencia” y un mensaje que establecía los límites entre los responsables de las fotografías y su publicación en la revista.

En el número 10 (octubre de 1918), también en las Notas del Director, consta lo siguiente: “Pulgarcito, este y no el Baby Social, será el título de la nueva revista diminuta (…), que publicará su número primero en enero 1919”. Al mes siguiente Social publica en el número 11, una carta del escritor Luis Berenguer que refiere el impacto positivo de la iniciativa:

Celebro su feliz iniciativa de Pulgarcito que tiene más transcendencia de lo que a primera vista parece (…) justo es que se escriba y se pinte para ellos en la forma elevada, cultural y simpática que usted sabrá hacerlo en su anunciado Pulgarcito. Sensible es confesarlo, pero, por lo general, nuestra prensa es un atentado contra la inocencia de la niñez

La revista por dentro

En los inicios, Pulgarcito se imprimió en el Instituto de Artes Gráficas de La Habana, ubicado en Quinta Jorrín, Cerro 558 esquina a Tulipán. Después se trasladó a una antigua edificación, situada en la Avenida Almendares y Buzón, en los ensanches de La Habana.

El grupo editorial estaba compuesto por el director artístico Conrado W. Massaguer, Raquel Catalá de Barros (1895-¿?) periodista, traductora y bibliotecaria, que fungía como jefa de redacción; y Oscar H. Massaguer, hermano de Conrado, también  diseñador, quien a partir de 1920 fuera director gerente de importantes revistas como Carteles y Cinelandia.

Se trataba de una revista pequeña de 15×22.5cm, 48 páginas, 8 a color, con ilustraciones. Cada portada esbozó personajes de cuentos y libros considerados clásicos de la literatura infantil (Caperucita Roja, Blanca Nieves y los siete enanitos, Aladino y la lámpara maravillosa, El pato feo, Gulliver en el país de Liliput, El Gato, con botas, etc). Solo dos números no reflejaron cuentos en la portada: el de mayo, dedicado a la cubanía, y el de diciembre, celebrando la Navidad.

En Pulgarcito se publicaron historietas, relatos de carácter histórico, leyendas de países asiáticos y europeos, poemas, fábulas y anécdotas. Cada número se dedicaba a un país y en esta sección aparecen, además de su heráldica (bandera y escudo), sus capitales, presidentes, jefes de estado y reyes de la época). El reino animal estaba presente con curiosidades y hábitat de las diferentes especies de animales, acompañadas de ilustraciones de gran calidad. Por último, se encontraba los cuentos de hadas, para esta sección se tomaron clásicos europeos de la literatura infantil, como Charles Perrault, Jacob y Wilhelm Grimm, Jean de La Fontaine, Jeanne Marie Leprince de Beaumont, Jonathan Swift y Hans Christian Andersen. La obra de conocidos autores españoles también tuvo eco en las páginas de la revista: Lope de Vega, Armando Palacios Valdés, Cecilia Böhl de Faber; así como de la poetisa puertorriqueña Lola R. de Tió (1843-1924) y del narrador grecoirlandés Patrick Lafcadio Hearn (1850-1904).

Entre sus colaboradores cubanos figuraron Aurelia Castillo de González (1842-1920) escritora y periodista; la poetisa, bibliógrafa y notable pedagoga, Dulce María Borerro (1883-1945); Gustavo Sánchez Galarraga (1893-1934), escritor, poeta y animador teatral; así como páginas de José Martí dedicadas a los niños.

Las artes plásticas tuvieron también su espacio en la revista. Se refirieron obras de grandes pintores de todos los tiempos: Tiziano, Joshua Reynolds; Jean-Baptiste Greuze, Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun; Anton van Dyck y Bartolomé Esteban Murillo.

Dos grandes novedades en Pulgarcito lo constituyeron la sección Dibujos comerciales, que solía aparecer en las primeras y últimas páginas para publicitar negocios de la época; y Fotografías de niños, de la alta y media burguesía, retratos de niñas y niños hijos de personalidades cubanas y de otros países, como Estados Unidos, México y España. Los fotógrafos que colaboraban en esta sección eran los mismos que trabajaban en Social, Carteles y Cinelandia, algunos de ellos son Colomidas y Cia, Blez, Handel, Chilosá, del Pino, Guardiola, Nuñez y Gispert.

Ejemplo de la publicidad publicada en Pulgarcito. Foto tomada de Internet

Ejemplo de fotografías de los hijos de personalidades y de la alta sociedad habanera. Foto tomada de Internet
Ejemplo de fotografías de los hijos de la alta sociedad habanera. Foto tomada de Internet

También contribuyó a construir el sueño femenino de “lucir bonita”. La sección Moda, ofrecía por medio de dibujos las tendencias de la moda infantil, según el contexto y las condiciones climáticas del mes. La mayoría de los diseños son para niñas, aunque también aparecen vestuarios para niños. Se detalla el tipo de tejido, pespuntes, bordados y accesorios para cada diseño.

Promovía nuevos diseños infantiles donde la niña debía mantener la corrección en el vestuario aun en los juegos de correr y esconderse.

Ejemplo de la sección de Modas. Fotos tomadas de Internet

El diseño propuesto “convertirá por unas horas, a una niñita de Cuba en la más encantadora de las holandesitas”. Tal tratamiento a la naturaleza de la niña cubana se incorporaba al estereotipo de belleza, blanca y rubia, a la que se sumaba la constante insistencia en el frívolo estereotipo femenino: estar “propia y elegantemente trajeadas” o “soñar con fiestas y bailes”.

Las técnicas que empleaba la revista eran offset o fotolitografía, un sistema de reproducción de documentos e imágenes sobre papel o materiales similares, muy revolucionario para la época y del que Cuba fuera pionera en América Latina. En la librería Brentano, New York, se la tenía por la mejor revista para niños del continente.

El precio de la revista era significativo. Un ejemplar de los primeros números costaba 20 centavos y luego 25; la suscripción anual comenzó siendo de 2 pesos y en octubre de 1920 aumentó a 2.50, mientras la encuadernación en un volumen anual valía 4.50 pesos. Pulgarcito se convirtió en “el juguete más costoso” al que solo podía acceder el público infantil de la alta y media burguesía.

Cierre de la revista

A pesar de la calidad en su impresión y grata acogida, la revista cesó de publicarse. En octubre de 1921, Social lo dio a conocer en una nota en la misma sección que en su momento informó su creación: “el hermanito menor de Social ha bajado a la tumba, víctima de la indiferencia de los padres cubanos”.

Dicho cierre estuvo influido por la competencia que en el sector juvenil de la mediana y alta burguesía nacional le hacían los libros de lectura impuestos por los programas docentes de las escuelas privadas, en su mayoría de carácter religioso, además del influjo de revistas foráneas, como la argentina Billiken, y el naciente mundo de las historietas ilustradas. Sin embargo, para los estudiosos de la historia de las publicaciones cubanas y de la literatura infantil, Pulgarcito representa un tesoro de incuestionable valor.

Bibliografía

Diccionario de la Literatura Cubana (Digital)

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